En medio de una profunda turbulencia financiera
–que no ha tocado fondo– y de las sacudidas de los mercados internacionales,
2016 será un año retador para quienes quieren hacer rendir su dinero.
Dólar y acciones colombianas serían las opciones
más rentables, pero requieren paciencia.
Si las
cabañuelas tienen algo de razón y pueden predecir el futuro, las perspectivas
para 2016 en materia de inversiones no son alentadoras. En los primeros 15 días
de este año no solo se reforzaron las tendencias negativas que impactaron los
mercados en 2015 (devaluación,
caída en el precio del petróleo y de las acciones), sino que la mala
racha es cada vez más generalizada y golpea a Wall Street y a bolsas de creciente
influencia, como las de China.
Por primera vez en 12 años, la cotización del
barril de crudo estuvo por debajo de US$30 y, según cálculos de Bloomberg, desde junio pasado hasta el cierre de
esta edición los mercados de acciones en el mundo habían perdido más de US$20
billones, lo que equivale a 20% de su valor y, por supuesto, Colombia no es la
excepción.
Este contexto
hace que, de nuevo, los
expertos recomienden cautela y apostarle al dólar, así sea para
comprarlo en efectivo y guardarlo debajo del colchón. También mencionan las
acciones colombianas que, por estar baratas –solo este año han perdido 4% en
promedio–, implican una
buena oportunidad para hacer ganancias de largo plazo. Eso sí, con el
entendimiento de que es posible que bajen más y luego se recuperen. Lo que no
está claro es el momento en que los precios tocarán fondo y volverán a subir.
Debido a que
nadie tiene la capacidad de predecir el momento de la recuperación, el
principal consejo de inversión de los 19 analistas consultados por esta revista
consiste en diversificar y
no meter el ahorro en una sola alternativa. Igualmente, cada vez es más
importante estar asesorado por especialistas que conocen el mercado. Aunque no
tienen una bola de cristal para saber con exactitud dónde estarán las mayores
ganancias, sí pueden ayudar a tener rendimientos modestos o al menos a no
perder dinero.
Una buena alternativa para quienes no son
inversionistas profesionales son los fondos de inversión colectiva, que ofrecen
fiduciarias y comisionistas, y que permiten invertir en varios activos a la vez
(grupos de acciones, mezcla de acciones y renta fija, sector inmobiliario y
hasta en el exterior).
Así mismo, los
fondos de pensiones voluntarias ofrecen alternativas colectivas que facilitan
poner el dinero en activos, que de otra manera serían muy costosos de adquirir.
Mientras a las alternativas colectivas se puede ingresar con $1 millón, para
comprar individualmente, por ejemplo, acciones de una empresa, se exige de $10
millones en adelante, dado que las comisiones son elevadas.
Panorama Complicado
Más allá de lo que indiquen las cabañuelas, lo
cierto es que hay consenso con respecto a que 2016 no será fácil para los
inversionistas.
A la presión del
petróleo y del dólar se suman unas finanzas públicas cada vez más enredadas. Se
viene una nueva reforma tributaria, cuyos cambios aún se desconocen pero que
cada vez genera más incertidumbre.
También es factible que Ecopetrol, la mayor empresa
del país y cuya acción realmente logró masificar el mercado bursátil (con
480.000 accionistas), reduzca considerablemente sus dividendos o, inclusive, no los reparta, dada la
difícil situación por la que atraviesa, con un panorama de bajos precios, una
sobreoferta de crudo en el planeta, su actividad exploratoria limitada y y con
un alto nivel de apalancamiento para financiar sus operaciones futuras.
Esto sin contar
la cada vez más débil posición externa del país, que está recibiendo menos
divisas de las que requiere para cumplir con sus obligaciones. El déficit de
cuenta corriente, que podría llegar a 7,8% del PIB, ya está en niveles
históricamente altos,y eso no solo nos deja mal parados frente a países
similares, sino que implica un argumento para que nos reduzcan la calificación
de grado de inversión que con tanto esfuerzo recuperó el país.
En el campo
interno las preocupaciones pasan inicialmente por la inflación, que cerró el
año pasado en 6,77%, la más alta de los últimos 7 años. El impacto del Fenómeno del Niño –cuya intensidad
se ha recrudecido en los últimos días– en la agricultura y en los servicios de
energía eléctrica, así como el aumento del precio del dólar –que tocó techos
superiores a los $3.300–, conducirán a un incremento de precios que
tendrá en el primer semestre de este año –si el evento climático no se extiende
y profundiza– su punto más alto. Está por verse cómo se moverá el Banco de la
República y si continuará con el aumento en las tasas de interés para controlar
la inflación.
En materia de
energía eléctrica, si bien las térmicas están en operación y dan más soporte y
confiabilidad, aún el
estrés sobre el sistema y el riesgo de apagón se mantienen por dos razones:
una, la negativa del
gobierno venezolano de entregar a Colombia 40 millones de pies cúbicos de gas,
combustible que no llegará para las térmicas y hace aún más costosa su
operación; y dos, la
suspensión que tuvo por varios días la operación de la hidroeléctrica El Quimbo,
pues eso obligó a generar con otros recursos hídricos que pueden hacer falta
más adelante.
De otra parte,
la presentación de la reforma tributaria este año coincide con la agenda de la
paz: la firma del acuerdo con las Farc –prevista para finales de marzo– y el
plebiscito para su ratificación.
Si se da este
año la aprobación de la reforma en el Congreso, sus recursos no llegarían con
todos sus cambios implementados, pues en lo que corresponde a renta solo se
verán el año entrante, mientras que los ajustes en IVA sí se reflejarían de
inmediato. Precisamente, una
de las preocupaciones con la reforma tributaria es el impacto en el consumo
interno.
Las buenas noticias corren por cuenta de la
infraestructura, donde los ojos estarán puestos en la administración de los
recursos de la venta de Isagen,
pero con preocupaciones por la situación de algunas de las empresas
constructoras, la entrada plena en operación de la Refinería de Cartagena, los
planes de vivienda y el crecimiento que pueda tener el sector industrial, en
especial para aprovechar la tasa de cambio y fortalecer la estrategia
exportadora. Sin embargo, hay
que estar atentos a los aumentos en las tasas y al encarecimiento de los
recursos para apalancar no solo las obras de infraestructura y vivienda
sino el desarrollo empresarial en el país.
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