Fuga de capital
en momentos de panico
Variación de las
reservas de divisas internacionales de China
¿Hacen bien los inversores en vigilar con recelo el
desarrollo de los acontecimientos en China? Según Xavier Hovasse, gestor de fondos de renta variable emergente de
Carmignac, hay un
indicador clave que justifica una postura cauta.
Por qué los mercados no se equivocan al temer
por China Por qué los mercados no se equivocan al temer por China
Es grande, es importante, es opaco y pocos lo
entienden. Son las razones que explican el pánico que se ha extendido entre los
inversores a nivel mundial ante la ralentización económica de China y que
justifican la cautela con la que abordarán desde Carmignac los mercados en 2016. El año ha arrancado con una alineación
mala de las estrellas y varios frentes ejercen una mayor presión en los
mercados financieros. Los indicadores, de hecho, les recuerdan al contexto
previo a crisis financiera. Pero para que se de un derrumbe completo de los
mercados hace falta tener un susto fuerte. Y China podría jugar ese papel.
Las caídas generalizadas que han marcado el primer
mes de año no fueron una sobrerreacción, defiende Xavier Hovasse, gestor del Carmignac Emerging Discovery, en
una entrevista en el marco de la conferencia trimestral de la gestora francesa
en París. Solo ha sido una
corrección. China asusta porque es opaca, es enorme y es complicada. Las
autoridades no están comunicando bien, lo que para el experto da la impresión
de que «están un poco perdidos». Aunque, de momento, no ven un aterrizaje
forzoso de su economía.
Un temor
justificado
¿Hacen bien los mercados en temer por la situación
de China? Para el experto, sí. La situación es compleja y no existe una solución
fácil. La economía china se está ralentizando. Su industria, correlacionada con
la construcción y la inversión, está debilitándose. El consumo doméstico, al
menos, lo está haciendo bien, pero es de los pocos factores por los que aún hay
crecimiento en el país. Se
podría argumentar que China
no es el único emergente en dificultades. Pero la clave del asunto está
en que el problema de China no es solo suyo.
El foco de la
preocupación de este experto está en la divisa. La incertidumbre y el temor a una mayor devaluación del
renminbi han elevado la demanda de empresas y de hogares por dólares
estadounidenses. Es la reacción de este último grupo lo que el inversor
debe vigilar. Como se aprecia en el gráfico, los ciudadanos chinos tienen una importante suma de
ahorros: por valor de 15,5 trillones de dólares en activos líquidos. Y
lo que asusta: que se pueden vender el tan solo unos días. «Es casi el equivalente al PIB
de Estados Unidos», señala Xovasse. El banco central de China tiene una
reserva en dólares sustancial -3,3 trillones de dólares-, pero no bastaría para hacer
frente a las demandas.
Alternativas
para controlar el capital
Hay dos posibles vías de actuación. China podría
ajustar el control de capital. Pero implica volver a cerrar su economía. Y si el país lanza el mensaje de que los
ciudadanos están atrapados en su divisa, la demanda de intercambiarlo por dólares crece. También podría aprobar una
fuerte devaluación de golpe para intentar ahuyentar, pero no tienen la
certeza de que les daría el efecto deseado.
Y es así como el problema de China se convierte en
uno internacional. La moneda
china, en opinión del gestor, no está realmente sobrevalorada. Además, el
superávit de su balance comercial está en máximos históricos gracias a la caída
de las materias primas: en
los 600 mil millones de dólares. Una mayor manipulación de su divisa se convertiría ya en
un problema serio para Estados Unidos, porque las reservas
internacionales de China son esencialmente «US Treasuries», bonos
estadounidenses, y venderlos
tendría un impacto negativo en los tipos de interés del país. También
obligaría a las demás divisas asiáticas, así como las ligadas a las materias
primas (como el real brasileño, el peso argentino o el rand sudafricano), a
depreciarse para mantener su competitividad.
También supondría, indirectamente, un estímulo
monetario negativo para China. Casi equivalente a una subida de
tipos y precisamente una presión mayor en un país que crece más lento y con un
bagaje de crédito grande. De momento, los tipos interbancarios -uno de
los indicadores a los que estar atentos- no dan señal de pánico, pero habrá que
vigilar si incrementa el riesgo de un aterrizaje forzoso.
Lo que asusta al inversor: la imprevisibilidad
La clave de que la incertidumbre se haya extendido
de forma sistémica es el peso importante de los emergentes en el crecimiento
global. E incluso a nivel
bursátil. Gran parte de los beneficios de las compañías europeas se generan en
estos países: las de las compañías de gran consumo, de las telecomunicaciones,
de la industria del lujo y de los cosméticos. Hasta de las grandes tecnológicas
norteamericanas. Tampoco hay que olvidar el impacto deflacionista. Algunas monedas han perdido un
50 por ciento de su valor en países que están teniendo dificultades económicas.
Así que es una doble presión a la baja en los beneficios procedentes de esos
países.
El problema está, entonces, en que la incertidumbre
está conducida por el miedo, por el sentimiento y la confianza con las
autoridades chinas. Algo
imposible de calcular. Por eso, para el experto, «es algo que da mucho miedo».
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