Existen
dos elementos que "van a dejar una profunda huella en la escena financiera
y macroeconómica": los tipos de cambio y la fuerte bajada del precio del
petróleo.
El precio del crudo ha caído un 50 % desde junio de 2014,
la tercera mayor caída de los últimos 50 años, sólo superada por la que se
produjo tras la quiebra de Lehman y el colapso de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEC) en 1985.
El
BPI atribuye parte de la caída a factores de la demanda, la ralentización del
crecimiento de China pero, sobre todo, a un aumento inesperado de la oferta.
Es una buena noticia para la economía global pero, dicho
esto, habrá ganadores y
perdedores y la caída puede afectar de forma desproporcionada a algunas
regiones del mundo, creando vulnerabilidades nacionales.
El diferente rumbo que ha tomado la política monetaria de
EEUU desencadenó una
apreciación del dólar frente a la mayoría de las divisas.
El Banco de Japón y el Banco Central Europeo (BCE) aplicaron nuevos estímulos
monetarios, mientras que la Reserva Federal (Fed) dio por concluido su programa de
compras de activos.
La caída del precio del petróleo y los movimientos en los
tipos de cambios afectarán
especialmente a las economías de mercado emergentes, pese a que no han
sido esta vez las más afectadas por el aumento de la volatilidad.
"Los
exportadores de materias primas podrían afrontar retos difíciles,
especialmente aquellos que se encuentran en los últimos estadios de fuertes
auges del crédito y precios de la vivienda" y aquellos que han invertido
en bonos para financiar divisa extranjera.
La
apreciación del dólar aumentará la deuda y puede crear exposiciones por
discordancias de financiación y de divisa.
La volatilidad aumentó, los precios de las acciones
cayeron con fuerza y los diferenciales de crédito se dispararon.
Los
valores del Tesoro estadounidense fueron excepcionalmente volátiles, al
menos en la negociación intradía, incluso, más que en los picos alcanzados en
la crisis del banco estadounidense Lehman Brothers.
Se
tiene un entorno de creciente incertidumbre sobre las perspectivas económicas
mundiales y la orientación de la política monetaria, acompañada de crecientes
tensiones geopolíticas.
Al aumentar la presión vendedora, escaseó temporalmente
la liquidez del mercado, amplificando así las oscilaciones de los mercados.
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