Este
año , enfrenta dos presiones opuestas: subir las tasas para contrarrestar la
inflación o bajarlas para impulsar la economía.
¿Cuál
será el camino que tomará la Junta?
Se esperan ajustes de la tasa de crecimiento de la
economía “a los cambios de las condiciones externas y un aumento transitorio de
la inflación total, que podría desviarla temporalmente de su meta”. Es decir,
la Junta preveía una caída en las proyecciones de crecimiento y al mismo tiempo
un aumento temporal de la inflación.
Todos los analistas económicos han recortado su
proyección de crecimiento de 2015 al menos medio punto, mientras la inflación
se ubicó en febrero por encima del rango meta del Banco de la República.
Un aumento en las tasas podría atraer más dólares al
mercado y promover la revaluación del peso.
El recorte en proyección de crecimiento daría para bajar
las tasas, mientras que el aumento en la inflación justificaría una subida.
¿Cuál es el camino?
En
la Junta, como en las de otros países, hay halcones y palomas. Los halcones
creen que, ante la subida de los precios, el Banco debe ajustar las
expectativas de inflación y para ello subir las tasas. Las palomas consideran
que, ante la caída del ingreso petrolero, el Banco debe bajar las tasas para
estimular la economía y argumentan que la subida de la inflación en febrero es
transitoria.
La suma de la desaceleración de la economía y presiones
de inflación plantean un dilema al Emisor, que ahora tiene menores
posibilidades de usar política monetaria contracíclica en el segundo semestre
del año. Esto significa
que no será fácil echarle el empujoncito que la economía necesita reduciendo
tasas de interés. En
los próximos meses deberá escoger entre mantener las tasas, observando el
aumento de precios; bajarlas, generando así estímulos de demanda agregada pero
asumiendo el costo de la pérdida de credibilidad; o aumentarlas, como señal de
compromiso con el cumplimiento de la meta de inflación, pero con los efectos
adversos para el empleo y el crecimiento del producto que origina esta medida.
El asunto no es de poca monta. Las quejas de
inversionistas y empresarios por los cambios en las reglas del juego,
especialmente en materia tributaria, vienen aumentando. Además, pese al
reciente dato de crecimiento de la economía en 2014 (4,6%), los efectos de la
caída en los precios del petróleo (visibles al revisar los datos del último
trimestre) y los ajustes que están por venir, hacen que 2015 no sea nada halagueño.
Así,
el Banco de la República se encuentra en un momento crucial. ¿Por qué? Tendrá
que jugársela a fondo en el control de la inflación, mientras recibirá
presiones del Gobierno que buscará mecanismos para que, con una eventual baja
en las tasas, se estimule la economía. En ese caso deberá prevalecer su
independencia y rigor técnico, reconocidos, siendo quizá una de las pocas
instituciones que mantiene intactos sus niveles de credibilidad.
Este es el entorno económico, que están en la mira del
Emisor y de los empresarios del país. .
La
Inflación
Contra
todo pronóstico, la inflación de febrero desbordó las proyecciones de los
analistas más pesimistas, llegando a 4,36% anual en ese mes, siendo este
el dato más alto desde junio de 2009. La causa de esta desviación fue la alta
variación que tuvo el rubro de alimentos, generada por algunas presiones de oferta, particularmente del
arroz y por el efecto de la devaluación en los transables; es decir, que
un mayor valor del dólar
aumentó el precio de los bienes y servicios con los que se realizan
intercambios comerciales a nivel nacional e internacional.
Las presiones de inflación “deberían moderarse
significativamente en la segunda mitad del año en la medida en que la
devaluación anual de la tasa de cambio se reduzca”.
De continuar la devaluación del peso, será difícil que el Banco
reduzca tasas, puesto que a medida que el dólar sube, la inflación de bienes
importados también lo hace. Por eso, algunos dirán –con sobrados
argumentos– que se deberían subir las tasas.
La apuesta por que la inflación se devuelva y converja
por sí misma a la meta de largo plazo parece ser osada. Además, de ser
incierta, conduciría a que el Banco hiciera mayores ajustes para retornar a la
meta de largo plazo.
Déficit
de cuentacorriente y dólar
Que
haya déficit de cuenta corriente quiere decir que son más los bienes y
servicios que se importan del resto del mundo que los que se exportan. Un país
que mantiene un déficit comercial por 6 años, tal como ocurre en Colombia,
tarde o temprano pasa por un ajuste cambiario.
El mecanismo es el siguiente: mayor déficit comercial implica reducción de
ahorro externo o el aumento del endeudamiento con el resto del mundo, que se
refleja en el incremento de la inversión extranjera directa, que en el
caso colombiano estuvo concentrada en el sector minero-energético. El descenso del precio del
petróleo ha reducido la confianza en el país y ha promovido una caída de la
inversión extranjera petrolera y de portafolio, lo que lleva a resultados negativos en los índices
accionarios.
Al final, signos pesimistas sobre la economía colombiana, junto con un descenso en el flujo de
capitales al país, traen como resultado una menor cantidad de dólares. Si hay menor
disponibilidad de una moneda, el precio sube. Cabe destacar que el déficit
externo no es exclusivo de Colombia –donde se espera que al final de 2015
llegue a 6%–. Otros países
de la región que están en una situación deficitaria similar enfrentan la misma
realidad cambiaria.
La
caída en los precios del crudo cambia la composición y el tamaño del déficit de
cuenta corriente, trayendo consigo recortes de inversión pública y un ajuste
cambiario.
La parte negativa del cambio de tendencia es que “la depreciación
equivale a reducción salarial”. Importar un carro o viajar al exterior es más
caro hoy que hace seis meses.
La parte positiva de la historia se materializa siempre y
cuando sea posible realizar un “aterrizaje suave”, esto quiere decir que se reduzca gradualmente el
déficit de cuenta corriente y se logre una mayor diversificación exportadora de
la economía, todo ello creciendo a niveles aceptables. La depreciación
es una gran oportunidad de transformación productiva, si se hacen las tareas
públicas y privadas para impulsar las exportaciones. El quid consiste en aprovechar la oportunidad y
llevar a Colombia a ser una economía menos dependiente del petróleo.
Los datos recientes de exportaciones mostraron una
significativa caída, de 40,2% frente al mismo mes del año anterior, pasando de
US$4.808,8 millones en enero de 2014, a US$2.875,1 en el mismo mes de 2015. La respuesta es porque en
economía existe una condición llamada Marshall-Lerner, la cual dice que las
exportaciones no se ajustan rápido, porque el sector externo no reacciona de
inmediato a cambios en el precio del dólar.
Un ejemplo sencillo es el de un único bien que Estados
Unidos compra a Colombia por US$100; si el peso pasa por un proceso
devaluatorio de 20%, el nuevo valor de ese mismo bien será cercano a US$80, se
ajusta el precio que se paga, pero las cantidades demandadas no necesariamente
lo hacen. Como la cantidad vendida sigue siendo la misma, lo que se observa en
la balanza cambiaria es una caída en el valor en dólares de las exportaciones.
Esto es un efecto que se da a corto plazo, pues a medida que pasa el tiempo las
cantidades exportadas tienden a aumentar.
El
Banco sabe que no es posible que 30% de las exportaciones, es decir, las
tradicionales, sustituyan el menor ingreso de la caída del petróleo. También
tiene claro que la depreciación podría “ser fuente de males mayores”,
porque la deuda en dólares del sector privado, de la mano de la devaluación, ha
crecido 30% el último año.
Desaceleraciónde
la economía
La
situación en 2015 y 2016 no será fácil. Desde ya se proyectan mayores tasas de
desempleo, reducciones en la inversión privada por efecto de la recién
aprobada reforma tributaria, y eventualmente un menor crecimiento económico en 2016.
El
freno de la economía colombiana se origina en la inesperada descolgada de los
precios del petróleo y de las materias primas en general; lo cual, de paso, le
pega a la cuenta corriente. Para un país cuyas exportaciones están
concentradas en ese sector, la caída de precios es grave por el efecto
multiplicador sobre otros sectores y porque también implica una reducción del
ingreso y del gasto de la Nación. “El mar se pica y en eso hay que hacer ajustes, porque con tasa de
cambio a $2.500 y petróleo a US$50 es un país distinto”.
Ante estos nubarrones, el vaso no se puede ver tan vacío,
pero tampoco tan lleno. Hay
pesimismo e indicios de desaceleración, eso no tiene discusión. Ya se
ven alertas tempranas al observar los resultados del mercado laboral y la caída
de los índices accionarios.
Dentro
de los que ven el vaso medio lleno se destacan los sectores industrial y
agrícola que, luego de soportar los dolorosos años de la revaluación del peso,
están respirando los vientos de competitividad que trae un dólar más caro.
El presidente de Fedegan, sostiene que, con las políticas adecuadas, 2015 podría
ser un buen año para la exportación de carne.
En el grupo de los que no la pasarían bien se destacan
los ya conocidos sectores minero-energéticos y el de puertos. Este último recibiría menores
importaciones y no se vería favorecido por las mayores exportaciones,
porque la mayoría de los bienes exportados a los que les va bien con la tasa de
cambio salen del país en avión, tal como sucede con las flores y los textiles. Otros afectados serían aquellos
que tienen una alta participación de insumos importados, como el caso de la
leche, el pan y el pollo; todos ellos deberían subir precios para compensar mayores costos y por
esta vía recibirían un castigo en sus ventas.
Para el presidente del Grupo Argos, pueden venir unos años más
difíciles. “No de pánico, pero sí más difíciles, de menor crecimiento de la
economía, que se ubicaría entre 3,5% y 3,8%”, dice, al explicar cómo se
moverán sus negocios en este entorno.
La disciplina fiscal y la toma de decisiones difíciles en año electoral son
indispensables. No ceder ante las pretensiones de sindicatos y algunos
grupos de transportadores que promueven el bloqueo de carreteras es necesario
para un país que busca retornar al nivel de crecimiento potencial. La salida de este
“tropezón del crecimiento” consiste
en acelerar la agenda de competitividad para fomentar las exportaciones de
sectores no tradicionales. Ello requiere, sobre todo, de voluntad.
En 2015 las talanqueras al crecimiento harán que no se
llegue a niveles superiores al 4%, esto se observa revisando los datos de
crecimiento del último trimestre del año pasado.
Aunque
Colombia es el país mejor parado de la región, el escenario no da para ser tan
entusiastas, pero tampoco totalmente pesimistas.
El
entorno monetario mundial
Un
tema no menor y que crea incertidumbre es la asimetría del crecimiento de las
principales economías del mundo. Estados Unidos ratifica mes a mes que se recuperó de la
crisis y se alista a un proceso de normalización de la política monetaria;
es decir, a subir las tasas de interés de la Reserva Federal, que se han
mantenido inalteradas desde 2008. Europa sigue en crisis, mantiene desacuerdos y apenas inicia el camino
que la llevaría a la recuperación. Los países vecinos no la pasan bien. China continúa desacelerándose y
Japón, aunque muestra leves indicios de recuperación, sigue creciendo a menores tasas de lo que
espera el mercado.
En el recuadro anterior se argumentó que buena parte del
movimiento reciente del precio del dólar está relacionado con el déficit de
cuenta corriente. Sin embargo, falta una pata para cerrar la idea. Esta tiene
que ver con los
movimientos de otras economías que generan una mayor turbulencia cambiaria que,
“deja al país en una barcaza cambiaria con puerto incierto de llegada, pero con ruta clara de devaluación”.
El
retiro gradual de la liquidez por parte de la Reserva Federal fue el
primer campanazo que enfrentaron los países emergentes en mayo de 2013,
incluido Colombia. Ahora,
el inminente aumento en la tasa de la FED podría reducir el diferencial de tasa
de interés entre Estados Unidos y Colombia, siempre y cuando el Banco de la República no
modifique la suya. Dicho de otra manera, crearía mayores incentivos para sacar dólares de Colombia
y, como es sabido, una menor cantidad de esa moneda incrementaría el precio de
la misma, metiéndole más gasolina a la devaluación. Quizá por ello el Citibank,
sostiene que la
apreciación reciente del dólar se explica más por el dinamismo de la economía
de Estados Unidos que por el tema local de la caída del petróleo.
Las otras aristas no se pueden perder de vista. Un mal año de los países vecinos
implicaría algún tipo de coletazo para la economía colombiana. Ya en
2002 el efecto Lula
se sintió en el mercado de deuda pública. Además, si la devaluación continúa no
se deben descartar nuevas
medidas arancelarias ecuatorianas. Una caída de la demanda China implicaría menores
precios del crudo. Finalmente, aún está por verse la recomposición monetaria
mundial que generaría el gran estímulo que planea realizar el Banco Central Europeo.
La
decisión del Banco
Es difícil hacer pronósticos en economía. Prueba de ello
es que hace un año ni los
más pesimistas veían el precio del barril de petróleo por debajo de US$70, hace
seis meses nadie esperaba los niveles de la tasa de cambio actuales,
hace un mes ningún analista del mercado vio la tasa de inflación por encima de
4,2%. Y no es fácil, porque buena parte del comportamiento de las variables
relevantes responde a eventos de naturaleza incierta.
El
petróleo es la gran pregunta. Un mayor precio implicaría una mejor perspectiva de crecimiento,
un dólar más barato y
menores presiones inflacionarias. En una revisión del entorno petrolero,
se plantean escenarios
como los riesgos geopolíticos del Medio Oriente, que reducirían la oferta y moverían
los precios al alza. Pero también se esbozan otros que generarían
menores precios internacionales, como los riesgos de un bajo crecimiento en China y Europa.
Por ahora, mientras no esté claro el rumbo que tomará la
economía, lo mejor sería
que el Banco hiciera, más temprano que tarde, un aumento de 25 puntos básicos
en la tasa de interés, llevándola hasta 4,75%. Con esto enviaría una
señal clara del compromiso con la meta de inflación, actuaría antes de que se desborden las
expectativas de inflación y conservaría el mejor activo que tiene un banco
central: la credibilidad. Y anunciar un aumento de otros 25 puntos antes
de finalizar el año, de tal manera que tenga la estrategia armada para 2016,
que puede ser el más difícil en materia económica. En todo caso, los efectos sobre el sector real de
una subida de tasas de interés tardan en promedio el doble de tiempo en
observarse, en comparación a los de una bajada. Por ello, un error de
subida se corregiría más facilmente.
No
la tiene fácil la Junta del Banco. De sus decisiones dependerá el rumbo de la
economía en el futuro cercano.
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