En
el mundo de las inversiones se debe comenzar por instrumentos conocidos y de
bajo riesgo, para después evolucionar y apostar por algunos con mayor
complejidad y que ofrecen rendimientos altos, como los fondos de inversión.
Invertir
no es distinto a otros aspectos de la vida. Por ejemplo, cuando
comenzamos a cocinar, empezamos
por platos más fáciles y poco a poco, cuando nos familiarizamos con la
cocina, nos informamos y comprobamos dónde centrar la atención, vamos mejorando y nos atrevemos
con platos cada vez más elaborados... Sin embargo, la alta cocina está
reservada para los grandes profesionales, que combinan de forma excelente sus
ingredientes y hacen que el resultado final sea una experiencia inolvidable.
En el mundo de las inversiones la evolución es similar, debemos comenzar por aquellos
instrumentos más básicos que conocemos bien y poco a poco, leyendo,
acudiendo a seminarios y cursos… familiarizarnos con otros.
Así, un inversionista novato debería comenzar por los instrumentos de menor
riesgo y a la vez más conocidos, los depósitos. Es evidente que con la
actual coyuntura de tipos bajos, será necesario evolucionar y diversificar la cartera con
otros productos que, si bien conllevan algo más de riesgo, permitirán
rentabilidades más atractivas.
Así, el
siguiente paso será dar el salto a los fondos de inversión, que con una
sola participación nos ofrecen la posibilidad de acceder a una cartera diversificada. Sin
embargo, dentro del universo de fondos hay diferencias significativas. Según
los activos en los que invierte, podemos distinguir entre categorías como la de
monetarios, renta fija, mixtos, alternativos, renta variable o materias primas,
que nos ofrecerán una primera aproximación del riesgo del fondo. Pero esto no
será suficiente, debemos
profundizar en el análisis y elegir aquellos que presentan menores
volatilidades respecto la media de su categoría y los que presentan un
mejor ratio riesgo-rentabilidad.
Por ello, en este segundo paso, el inversionista tendrá un ambicioso trabajo por
delante; definir el riesgo que está dispuesto a asumir, entender las
diferencias y funcionamiento de los distintos fondos y elegir de forma
eficiente aquella combinación que mejor se ajuste a su filosofía de inversión y
sus objetivos. Dicho de otro modo, no todos los fondos sirven para todos
y por tanto, será fundamental conocerse a uno mismo. En este punto debemos
insistir en que si tiene dudas, busque el apoyo en un asesor.
El
siguiente peldaño para es trabajar con producto directo. En primera
instancia nos referimos a la renta
fija, que puede completar nuestra diversificación. Sin embargo,
insistimos en la necesidad del conocer el producto. Si bien es cierto que la renta fija de máxima calidad
crediticia es la alternativa más parecida a un depósito, no es menos
cierto que la de baja calidad conlleva importantes riesgos.
Por último, el inversionista accedería a la renta variable, que concentra el riesgo
de la inversión en una compañía. Por tanto, debemos estar familiarizados
y tener información actualizada sobre las empresas con el fin de poder elegir aquellas que presentan
mayor potencial de revalorización en relación al riesgo.
Como puede imaginar, este nuevo punto conlleva una mayor
dedicación, aprendizaje y seguimiento y por ello reservamos estos productos a los inversionista aventajados
o que cuentan con el apoyo de un asesor.
Querer
evitar esa evolución del aprendizaje, invirtiendo desde el principio en
productos más sofisticados, con mayor riesgo y de los que no conocemos su
funcionamiento, puede traer consecuencias inesperadas y mayores pérdidas de las
esperadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios aqui: