El
gigante suramericano sufre una serie de desastres que lo tienen contra las
cuerdas. El escándalo de Lula es apenas el más llamativo.
La
corrupción en todos los niveles políticos y económicos, ilustrada en el
escándalo de Petrobras, llevó a la protesta social en pleno carnaval. No más
pan y circo en el país tropical.
En noviembre pasado un tsunami de barro tóxico en Minas Gerais causó el
mayor desastre ecológico de la historia del país.
Hasta
hace apenas un par de años, Brasil aparecía como la gran promesa del
subcontinente. Un exitoso presidente de origen obrero había logrado
sacar de la pobreza a 25 millones de personas, la mitad de todas las que
salieron de la miseria en América Latina y el Caribe de 1990 a 2009. Sus índices
económicos mostraban cifras cada vez más positivas, y el país se integraba al
grupo de potencias emergentes destinadas a mandar la parada en el siglo XXI.
Pero en algún momento todo comenzó a desplomarse.
La
semana pasada la tendencia llegó a su clímax cuando se anunció que el
expresidente Luiz Inácio Lula da Silva sería investigado por la corrupción que
ha gravitado a su alrededor durante algún tiempo sin tocarlo. El
derrumbe del mito pareció confirmar que Brasil ha sido atacado por plagas que
parecen bíblicas. Estas son siete que lo tienen en jaque.
El mito derrumbado
En
las últimas semanas, la investigación de las operaciones Lava Jato y Zelotes
amenaza con llevar a juicio a Lula y debilitan sus posibilidades de reelección
en 2018. La justicia investiga quién es el dueño de un lujoso
apartamento en Guarujá, São Paulo, que habría sido reformado por una de las
constructoras investigadas en el esquema de corrupción de Petrobras (Lava
Jato), y de una enorme mansión cerca a la capital paulista, que el expresidente
visitó 111 veces desde 2010. Otra causa analiza el supuesto otorgamiento de
ventajas impositivas al sector automotor durante su gobierno.
Lula, elegido en 2003 y reelegido en 2006, salió del
poder en 2010 con un 80 por ciento de apoyo. Pero en los últimos meses ha caído
en picada: según Ipsos, solo 25 por ciento lo considera honesto, un 68 por
ciento no cree que tenga autoridad moral y 67 por ciento dice que la operación
Lava Jato muestra que el expresidente es tan corrupto como otros políticos.
Si bien, según el periodista Alex Solnik, “es difícil
obtener pruebas contra Lula porque nunca tuvo celular, ni hay ninguna grabación
con su voz, ningún ‘mail’, ni firma, solo indicios”, es un hecho que su figura,
que había sobrevivido todos los escándalos, no pudo mantenerse incólume.
Una presidenta sin poder
Según
las encuestas, la popularidad de la presidenta es del 6 por ciento, una cifra
más baja que la tasa de inflación de dos dígitos. Desde el inicio de su
segundo mandato en 2015, la popularidad de Rousseff viene en caída libre,
arrastrada por el escándalo Lava Jato y las malas noticias sobre la economía.
En febrero, al inaugurar las sesiones legislativas, los legisladores la
abuchearon y un diputado mostró un cartel diciendo: “Brasil no te aguanta más. Vete”, mientras
en las calles reaparecían los cacerolazos.
En diciembre, el presidente del Congreso aprobó la
solicitud de juicio político contra Rousseff, pero el Supremo Tribunal Federal
(STF) de Brasil anuló la escogencia de la comisión que debía investigarla. Sin
embargo, este año el Tribunal Superior Electoral (TSE) le notificó una nueva
demanda, en la que se le acusa de abusos con cadenas nacionales, manipulación
de datos socioeconómicos, uso indebido de predios públicos, propaganda electoral
ilegal y financiamiento indebido de su campaña de 2014. “La presidenta no logró revertir su suerte y el
desgaste político es irreversible”, afirmó a SEMANA Ricardo Caldas,
profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Brasilia.
Corrupción a todo nivel
Los escándalos de corrupción que estallaron durante el
gobierno de Lula y de Dilma son, como todo en Brasil, gigantescos. La operación
Lava Jato, según la cual las mayores empresas constructoras pagaron fabulosos
sobornos para obtener contratos de Petrobras, ya salpicó a 32 miembros del Congreso, la mayoría de
la coalición gobernante, investigados por aceptar miles de millones de dólares
en coimas.
El Mensalão, que estalló en 2005 durante el gobierno de
Lula, develó el pago de enormes sumas de dinero a los parlamentarios para
apoyar políticas oficiales. Fueron juzgados 38 exfuncionarios, empresarios y
banqueros involucrados en una red de compra de votos en el Congreso. Y cuando
los brasileños pensaron que lo habían visto todo, estalló la operación Zelotes,
que logró dejar en pañales a Lava Jato, hasta ese momento el escándalo más
grande de la historia. Se trataba de una serie de empresas que pagaban a
empleados del Ministerio de Hacienda para evitar cancelar impuestos, lo que
causó un faltante de más de 10.000 millones de reales.
Una
recesión brutal
“¿Irredimible?”,
tituló la revista inglesa The Economist, para referirse a la economía
brasileña. “A fines de 2016, la economía de Brasil será 8 por ciento menor que
en el primer trimestre de 2014, cuando dejó de crecer; el PIB por cabeza
estará un quinto más abajo de su pico en 2010 y dos agencias de crédito
rebajaron la calificación de la deuda brasileña”, escribe la revista.
La
raíz de la crisis es la caída de los precios de las materias primas y del petróleo.
Según un índice de Crédit Suisse, el precio de las materias primas que Brasil
vende cayó 41 por ciento desde 2011. Esto llevó a aumentar el endeudamiento
que, según The Economist, llegará al 93 por ciento del PIB en 2019, solo
superado por Ucrania y Hungría entre los países emergentes y casi el doble de
la de Grecia en proporción a su riqueza. Un millón y medio de empleos se
perdieron en 2015, las ventas de automóviles cayeron un 20 por ciento en 2015 y
el FMI predice que la economía se reducirá 3,5 por ciento este año, con una
inflación del 11 por ciento.
Violencia desatada
Brasil exhibe un coctel mortal de narcotráfico y
violencia: de las 50
ciudades más violentas del mundo, 21 son brasileñas, según el informe
del Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México.
La violencia policial no se detiene: en São Paulo, entre
enero y noviembre de 2015, 532 personas fueron asesinadas por “intervención
policial”, según datos del Secretariado de Seguridad Pública del Estado, y en
2015, Amnistía Internacional denunció que la Policía mató en Río de Janeiro a
1.500 personas en cinco años, 16 por ciento de todos los homicidios en ese
periodo.
Adiós
al medioambiente
Las
inundaciones que dejaron el último año más de 170.000 personas evacuadas en
Argentina, Paraguay y Brasil obedecen a la pérdida de cobertura boscosa en los
tres países, que se encuentran entre las diez naciones con más
deforestación del mundo, según denuncia Greenpeace. Esto provoca que las
lluvias arrastren la tierra y que los ríos crezcan y se desborden.
En total, la Amazonia ha perdido un 12 por ciento de sus
bosques y perderá entre un 9 a un 28 por ciento más para 2050, algo así como
4.500 estadios de fútbol por día.
Y en noviembre pasado, un tsunami de barro tóxico destruyó
el rio Doce en Minas Gerais, luego de que se rompió un dique de residuos
químicos industriales, lo cual desató la mayor catástrofe ambiental de la
historia del país
Y ahora, el Zika
Unas jóvenes disfrazadas de mosquito Aedes aegypti,
vector del virus del Zika, fueron la atracción mayor en el desfile de carnaval
en Recife, el primero en cantidad de bebés afectados de microcefalia causada
por el zika. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), Brasil será el
país más afectado por la epidemia en América Latina, con 1,5 millones de casos
en los próximos meses, al tiempo que los casos de microcefalia saltaron a más
de 3.500 desde octubre de 2015.
Esta
plaga, que se nutre de las inundaciones y la pobreza, se unió a las del dengue
y el chikungunya y ha obligado al gobierno a desplegar 220.000 soldados para
frenar la epidemia antes de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro en junio. En
todo caso, ya algunos países han puesto en duda su participación en las gestas
orbitales. Mal panorama para el orgulloso país futbolero que en 2014 fue
humillado 7-1 en el mundial realizado en su propia casa.
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