El
South Stream fue un gasoducto propuesto para el transporte de gas natural de
Rusia hasta el Mar Negro a través de Bulgaria, hasta Italia y Austria.
El proyecto, en parte sustituiría a la prevista ampliación del Blue Stream que
va de Turquía a través de Bulgaria y Serbia hasta Hungría y Austria, y es visto
como rival del Gasoducto Nabucco. El proyecto fue cancelado el 1 de
diciembre/14 por el presidente Vladimir Putin
Contrariamente
a lo que afirma la prensa europea, la decisión rusa de cancelar la construcción
del gasoducto South Stream, lejos de ser simplemente un revés para Rusia –que
pierde así 4 500 millones de dólares–, es sobre todo una grave pérdida para los
países de la Unión Europea. Estos países pierden simultáneamente
monumentales contratos de construcción, los derechos de tránsito que iban a
percibir por el paso del gasoducto por sus territorios y el desarrollo
económico facilitado por el acceso a un recurso energético barato. Se trata, sin dudas, de la peor catástrofe económica que ha sufrido la
Unión Europea.
Rusia
se ve por el momento obligada a retirarse del proyecto South Stream debido a la
falta de voluntad de la Unión Europea para apoyarlo y dado el hecho que
Bulgaria no ha autorizado todavía el paso del gasoducto por su territorio.
Así anunció el presidente ruso Vladimir Putin la interrupción del proyecto
South Stream, el gasoducto concebido para llevar el gas ruso hasta los países
de la Unión Europea a través de un corredor energético meridional, sin pasar
por Ucrania. De esta manera Moscú «asesta una bofetada a Europa».
En realidad es Washington quien asesta otra fuerte
bofetada a Europa al bloquear un proyecto de 16 000 millones de euros que
habría podido ser de gran importancia económica para los Estados de la Unión
Europea, empezando por Italia, donde se habría construido la terminal del
gasoducto.
HISTORIA DE SOUTH STREAM.
El
proyecto nace del acuerdo de asociación estratégica formulado entre la compañía
estatal rusa Gazprom y la italiana ENI en noviembre de 2006, durante el segundo
gobierno de Prodi.
En junio de 2007, el ministro italiano de Desarrollo
Económico, Pierluigi Bersani, firma con el ministro ruso de Industrias y
Energía el memorándum de entendimiento para la realización de South Stream.
El
proyecto prevé que el gasoducto constará de un tramo submarino de 930
kilómetros a través del Mar Negro (en aguas territoriales de Rusia, Bulgaria y
Turquía) y de un tramo terrestre a través de Bulgaria, Serbia, Hungría,
Eslovenia e Italia hasta Tarvisio (provincia [italiana] de Udine).
En 2012 entran también en la compañía accionista que
financia la realización del tramo submarino la firma alemana Wintershall y la
compañía francesa EDF –con un 15% cada una– mientras que [la italiana] ENI (que
cedió un 30%) conserva un 20% y Gazprom se mantiene con el 50% de las acciones. La
construcción del gasoducto comienza en diciembre de 2012, para iniciar la
entrega de gas en 2015. En marzo de 2014, Saipem (ENI) se adjudica un contrato
de 2 000 millones de euros para la construcción de la primera línea del
gasoducto submarino.
Pero
mientras tanto estalla la crisis ucraniana y Estados Unidos presiona a sus
aliados europeos para que reduzcan las importaciones de gas y de petróleo rusos.
Impedir la realización de
South Stream se convierte en el objetivo número 1 de Estados Unidos.
Washington
ejerce entonces crecientes presiones sobre el gobierno búlgaro para obligarlo a
bloquear los trabajos del gasoducto. Primeramente, lo critica por haber
puesto la construcción del tramo búlgaro del gasoducto en manos de un consorcio
del que forma parte la empresa rusa Stroytransgaz, objeto de las sanciones
estadounidenses.
Después, la embajadora de Estados Unidos en Sofía, Marcie
Ries, advierte a los hombres de negocios búlgaros que deben evitar trabajar con empresas sujetas a las
sanciones estadounidenses.
Washington recibe entonces una importante ayuda del
presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, quien anuncia la
apertura de un procedimiento de la Unión Europea contra Bulgaria por presuntas irregularidades en
las licitaciones para la construcción de South Stream.
Pero el momento decisivo se produce cuando, en junio de
2014, llega a Sofía el senador estadounidense John McCain, quien se reúne con
el primer ministro búlgaro Plamen Orecharski y le transmite las órdenes de
Washington. Inmediatamente después, Orecharski anuncia el bloqueo de los trabajos de South Stream,
en los que Gazprom ya había invertido 4 500 millones de dólares.
Al
mismo tiempo, la compañía estadounidense Chevron comienza las perforaciones en
Polonia, Rumania y Ucrania para la extracción de gas de esquistos mediante el
uso de la fracturación hidráulica, o sea inyectando agua y disolventes químicos
a altas presiones en los estratos rocosos profundos. Esta técnica es
extremadamente peligrosa para el medio ambiente y para la salud de la
población, fundamentalmente
porque contamina el manto freático.
El
proyecto de Washington de sustituir el gas natural ruso importado por la Unión
Europea por el gas de esquistos extraído en Europa o en Estados Unidos no pasa
de ser lo que los españoles llaman “un farol”, una apuesta engañosa, tanto por
sus elevados costos como por los daños medioambientales y sanitarios que
provoca esa técnica de extracción. Y, en efecto, varias comunidades
locales ya se rebelan contra ella en Polonia y en Rumania.
Como consecuencia del bloqueo contra South Stream,
anunció Putin, Rusia se ve obligada a «reorientar sus entregas de gas». Aumentarán las destinadas a
Turquía, a través del gasoducto Blue Stream. Y aumentarán sobre todo las destinadas a China.
De aquí al 2018, Gazprom
entregará a este último país 38 000 millones de metros cúbicos de gas al año, o
sea alrededor de la cuarta parte de lo que actualmente entrega a Europa.
Utilizando las inversiones chinas, previstas en unos 20 000 millones de
dólares, Moscú proyecta
potenciar el oleoducto entre la Siberia oriental y el Pacífico, agregándole un
gasoducto de 4 000 kilómetros para garantizar el aprovisionamiento a China.
Pekín también tiene interés en invertir en Crimea, principalmente en la
producción de gas natural licuado.
Los perdedores son los países de
la Unión Europea.
Bulgaria, por ejemplo, tendrá que renunciar a los
derechos de tránsito. En Italia, en cuanto se anunció la suspensión del
proyecto South Stream, las acciones de Saipem sufrieron un brusco descenso,
cayendo a sus niveles más bajos de los 6 últimos años.
También
se prevén graves repercusiones en materia de empleo. Como consecuencia
de la suspensión del proyecto South Stream se reducirán o se anularán las
nuevas contrataciones de personal que Saipem había previsto para aumentar sus
efectivos en Italia. También habrá que prever un recorte de sus actuales
efectivos.
La
cancelación de South Stream es por consiguiente un duro golpe no sólo para
Saipem sino para otros sectores de la industria y los servicios en un momento
crítico, cuando ya está produciéndose una caída de la producción y, por lo
tanto, del empleo. Basta con pensar que la terminal de Tarvisio prevista
en el proyecto original podía haberse convertido en el nudo de distribución del
gas ruso, y por lo tanto en fuente de importantes ingresos y de aumento del
empleo [en Italia].
Pero
ahora todo eso se desvanece como un sueño. Mientras que se benefician
con la suspensión de South Stream las compañías estadounidenses como Chevron,
contratadas para reemplazar el gas que Rusia garantizaba a la Unión Europea.
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