Los acontecimientos recientes pusieron de
manifiesto el sorprendente giro que se ha producido en la economía mundial
desde la crisis financiera de 2008.
Hace seis años, Estados Unidos estaba sumido en un
pánico financiero, Europa era considerada como un testigo inocente y China era
vista como un motor para reanudar el crecimiento global. Ahora, en cambio, la economía estadounidense
avanza con dinamismo—produciendo empleos a su ritmo más veloz desde fines de
los años 90— mientras que las autoridades chinas luchan para atenuar el impacto
de una desaceleración y Europa intenta ponerse de pie.
Las diferencias en política monetaria son
emblemáticas. Las sólidas
cifras de empleo difundidas en EE.UU. elevan las probabilidades de que la Reserva Federal suba este año
las tasas de interés de corto plazo, mientras que el Banco Popular de
China va en la dirección opuesta e intensificó su campaña de recorte de tasas
la semana pasada.
La disparidad
en las perspectivas de crecimiento y las reacciones de las autoridades presagian réplicas en los
mercados financieros, como la posibilidad de mayores avances del dólar,
que se ha apreciado 11% frente a una canasta de otras divisas y 2% en relación
al yuan en el último año.
Este telón
de fondo plantea un gran interrogante: ¿podrá EE.UU. —que pisa terreno más firme pero sigue
debilitado por la crisis— propulsar la economía global como lo hizo en otras
décadas?
Puesto que
China constituye una mayor porción de la economía mundial, su enfriamiento seguramente
tendrá mayores repercusiones a nivel global que en el pasado. Sin
embargo, la recuperación de EE.UU. y la estabilización de Europa probablemente ayudarán al resto del mundo a
capear los problemas de China.
Un elemento crucial de este escenario son los
cambiantes patrones de tensión financiera en el mundo.
La Fed informó que 31 bancos importantes habían superado sus “pruebas de
resistencia” anuales, lo que significa que tienen capital suficiente para sortear una nueva recesión.
Es la primera vez desde que el banco central inició los exámenes, durante el
pánico de 2009, que todos los bancos cuentan con el capital requerido para pasar la prueba de solvencia.
El
crecimiento del crédito se está acelerando en EE.UU. gracias a la mayor solidez
de las instituciones financieras. A mediados de febrero, las carteras de préstamos
comerciales e industriales de los bancos estadounidenses subieron 12%
interanual, en tanto que sus portafolios de créditos inmobiliarios y de
consumo aumentan y el crecimiento de los depósitos en efectivo se modera.
“Ha sido un camino doloroso y algo decepcionante,
pero llegamos a este punto con un proceso de ajustes bastante graduales pero
significativos en el sector privado (deuda), una agotadora recuperación del
sector financiero y una Reserva Federal que consistentemente ha tratado de
contrarrestar (lo que arrastra el crecimiento)”, señala un economista jefe de J.P. Morgan.
La economía estadounidense está
produciendo empleos a su ritmo más rápido desde finales de los 1990.
Las autoridades chinas, por su parte, redujeron su
meta de crecimiento en 2015 a 7%. Se trata de un ritmo que superaría el de prácticamente todos
los países, pero muestra que la
segunda economía mundial claramente ha perdido bríos. La expansión el
año pasado fue de 7,4%, la más lenta en casi un cuarto de siglo, y El Fondo Monetario Internacional
proyecta un crecimiento de 6,8% para 2015.
Los
problemas de China se ven reflejados en otras economías emergentes orientadas
hacia la exportación de materias primas. Rusia y Brasil, por ejemplo, cayeron en recesión o
podrían hacerlo pronto.
El gobierno chino intenta apuntalar el crecimiento
en el corto plazo mientras
que, al mismo tiempo, pretende
reformar una economía que alcanzó altos niveles de deuda y se orientó
hacia el mercado inmobiliario después de la crisis financiera de 2008.
La
preferencia de las autoridades por adoptar medidas incrementales las está
dejando con menos opciones atractivas, un menor crecimiento económico y presupuestos más
limitados en momentos en que la población envejece con rapidez, exige más servicios sociales y ansía
un mejor estilo de vida.
Mientras China aborda sus problemas, Europa
muestra algunas muestras de mejoría, lo que podría ser un importante factor de reequilibrio en el
panorama económico mundial.
El Banco Central Europeo elevó sus pronósticos
para este año y el próximo,
en una señal de confianza de que la zona euro, uno de los puntos débiles de la
economía mundial durante de los últimos cinco años, está enderezando el rumbo incluso antes de
que la entidad lance un
paquete de estímulo que supera el billón de euros.
“Si Europa realmente lograra acercarse a un crecimiento de 2%,
representaría una gran diferencia para la economía global y para China”.
Después de expandirse a una tasa anual de 20%
entre 2006 y 2008, las exportaciones chinas a la zona euro han caído o se han
estancado en los últimos cuatro años. (En febrero las exportaciones subieron). Por su parte, Europa, y en particular
Alemania, dependen de China, que fue el principal destino de las
exportaciones de máquinas de herramientas alemanas el año pasado.
Alemania ha empezado a registrar un sólido repunte
gracias a la devaluación del euro, que abarata sus exportaciones en los mercados globales en
medio de un entorno dominado por los bajos precios del petróleo y tasas de
interés casi nulas que han alimentado un auge de la construcción.
Para una economía global que, en gran medida, ha
descartado una expansión de Europa en los últimos cinco años, cualquier aporte
de la zona euro al crecimiento sería una buena noticia.
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