La
perturbación está escalando en Arabia Saudita y al mercado global de petróleo
del que depende. Hasta ahora, esto se ha centrado en la oferta: el auge de la
explotación de esquisto en América del Norte ha cambiado drásticamente las
expectativas de que habría una dependencia cada vez mayor del crudo de Medio
Oriente.
Sin embargo, al ministro de Petróleo de Arabia Saudita,
Ali al-Naimi, también le preocupa el otro lado de la ecuación. En una conferencia
el mes pasado, preguntó: ¿Hay
un cisne negro que desconocemos y que vendrá en 2050 y no tendremos demanda?”
Ante el trasfondo de la reciente caída del petróleo,
al-Naimi se refería a
tendencias potencialmente perturbadoras como nuevas tecnologías y esfuerzos
para reducir las emisiones de carbón.
Esto podría parecer exagerado. La semana pasada, la
Agencia Internacional de Energía (AIE) presentó proyecciones de mediano plazo que muestran que
el consumo global del petróleo aumentará en 6,6 millones de barriles diarios
para 2020.
Sin embargo, detrás de los titulares, la historia está cambiando.
Comparado con el pronóstico de 2014, la agencia restó un millón de barriles diarios en promedio a sus
estimaciones para los próximos cinco años. Quizás no parezca mucho, pero
considere que la oferta en exceso que está ejerciendo presión sobre los precios
se estima en apenas unos 1,5 millones de barriles diarios.
Quizás
de mayor importancia, la combinación de la demanda también está cambiando.
Hace tres años, la AIE proyectó que la demanda global crecería en 3,86 millones
de barriles diarios entre 2015 y 2017. De esa cantidad, 79% vendría de
los llamados países BRIC —Brasil, Rusia, India y China— y Medio Oriente. El último pronóstico redujo ese
cálculo y ahora se prevé que solo 63% venga de esas regiones.
La AIE considera que EE.UU. jugará un papel más importante. Desde 2008
hasta fines de 2014, sus pronósticos anuales de mediano plazo siempre
proyectaban un declive de cinco años en el consumo petrolero de EE.UU. Ahora se anticipa que la demanda
estadounidense aumente en 380.000 barriles diarios para 2019.
Esto
tiene sentido dada la recuperación de la economía estadounidense y la
predilección de los consumidores en ese país por vehículos más grandes cuando
la gasolina se abarata. Al mismo tiempo, el enfriamiento de la economía china y el impacto de
menores precios del petróleo sobre las economías productoras de crudo socava el
crecimiento de los mercados emergentes.
Este
cambio debería preocupar a los productores de petróleo. La respuesta de
EE.UU. a los menores precios de la gasolina no será igual a la de finales de
los años 80 y la década de los 90. En ese entonces, la población en edad
productiva y para conducir seguía creciendo con fuerza y los vehículos híbridos y eléctricos no estaban
en gran medida disponibles.
La AIE todavía anticipa que la demanda estadounidense
llegará a su pico en 2019. La intensidad del petróleo en cuanto a barriles por
dólar del Producto Interno Bruto está posicionada para seguir descendiendo en
EE.UU., y a un ritmo incluso más rápido que en China. A 1,16%, el crecimiento
compuesto anual de la demanda global en el último pronóstico de mediano plazo
de la AIE es el más débil desde 2009.
Las
grandes empresas petroleras no logran concebir un mundo en el que el
crecimiento de la demanda se desacelera a un goteo o se detiene. Exxon Mobil contempla que la
demanda global alcanzará alrededor de 117 millones de barriles diarios en 2040.
Sin embargo, en 2007 anticipaba que se llegaría a ese nivel en 2030. Incluso
Exxon puede ser sorprendida. Su estrategia en la primera década de este siglo
implícitamente dio por hecho un petróleo relativamente barato y que EE.UU. necesitaría
importaciones cada vez mayores de crudo y gas natural. Esto resultó ser completamente
equivocado.
De igual forma, las suposiciones prevalecientes como que las mejoras a
las baterías para los vehículos avanzarán muy lentamente o que todo mundo en
los mercados emergentes tendrá autos devoradores de gasolina (en lugar
de utilizar algo como Uber, por ejemplo) podrían resultar miopes. Las nuevas
tecnologías como los teléfonos móviles, los televisores de pantalla plana, o
incluso la fracturación
hidráulica son emergentes hasta que de pronto dejan de serlo y rápidamente
reemplazan lo que las precedió.
Proyectos petroleros de varias décadas que requieren
altos precios para encontrar el punto de equilibrio como las arenas bituminosas
de Canadá lucen especialmente vulnerables si los patrones de la demanda se
mantienen como están.
La
mera volatilidad del petróleo, junto con su carga política y ecologista, ofrece
una incentiva poderosa para usarlo menos. La actual estrategia de Arabia
Saudita parece diseñada a
hacer sufrir a los productores rivales. De igual forma, podría
representar un esfuerzo coordinado para cortejar a consumidores que enfrentan un pequeño y nuevo conjunto
de alternativas.
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