A
pesar de todas las crisis de deuda, la hiperinflación y los ciclos de auge y
caída que ha sufrido la economía de Brasil en los últimos años, el país no ha registrado
dos años consecutivos de contracción desde la Gran Depresión.
Sin embargo, si el cuarto trimestre de 2014 fue tan malo
como creen muchos economistas y sus expectativas para este año se materializan,
Brasil repetirá el trago
amargo por primera vez desde 1930-31.
El lunes, economistas encuestados por el banco central en
su sondeo semanal redujeron
su proyección de consenso para 2015 a una caída de 0,5% del Producto Bruto
Interno.
El indicador preliminar del banco central reveló este mes
un descenso de 0,12% de la actividad económica en 2014.
Varios
factores pesan sobre la otrora dinámica economía brasileña.
El
crecimiento de China, el mayor socio comercial de Brasil, se ha desacelerado,
lo que ha socavado la
demanda de mineral de hierro, soya y otros commodities brasileños, y a
su vez ha debilitado su moneda.
Una
sequía histórica ha dejado partes de São Paulo, la ciudad más grande de Brasil,
sin agua potable, conforme los reservorios que abastecen muchas represas
hidroeléctricas se acercan a récords mínimos. Con el fin de la temporada de
lluvia a la vuelta de la esquina, los expertos prevén más cortes de luz. Economistas de Itaú, uno
de los bancos más grandes de Brasil, dicen que el previsto racionamiento de agua y energía podría
eliminar 0,6 puntos porcentuales del crecimiento del PIB.
Los
economistas señalan que el sector de la construcción es particularmente
vulnerable a raíz de la amplia investigación sobre presuntos sobornos y lavado
de dinero entre la petrolera de control estatal Petrobras y sus
contratistas. Las mayores firmas de construcción de Brasil se han visto
envueltas en el escándalo, lo que ha puesto en peligro sus calificaciones de
crédito y colocado a algunas al borde de la bancarrota.
Otros vientos en contra nacieron en los despachos de
políticos y autoridades económicas que, en su esfuerzo por impulsar la economía
de Brasil tras la crisis global de 2008, elevaron el gasto en programas sociales y expandieron
rápidamente el crédito de consumo. Al hacerlo, alimentaron la inflación más que el
crecimiento.
“Brasil está sufriendo los efectos de los diagnósticos
equivocados del gobierno de la economía desde 2011”, dice Alessandra Ribeiro,
una economista de la consultoría Tendencias, de São Paulo, que estima que el
PIB de Brasil se contrajo 0,1% en 2014 y que se reducirá otro 1,2% este año. “Eso creó una variedad de
desequilibrios como presión inflacionaria y déficits fiscales”.
Ahora, el gigante sudamericano está enfrentando la
pesadilla de toda autoridad económica: alta inflación, bajo crecimiento y casi ningún margen en
el presupuesto para aliviar la penuria de los brasileños de a pie. En
cambio, el Ministerio de Hacienda ha elevado los impuestos relacionados al consumo y los aranceles
que según los expertos golpearán con más fuerza a las clases baja y media de Brasil.
Los economistas prevén que la inflación alcanzará 7,48%
este año, según el sondeo semanal, que estaría por encima del límite del banco
central de 6,5% y sería la tasa de inflación anual más alta de Brasil desde
2004.
Cabe recalcar que se trata de un abismo de diferencia
frente a las tasas de inflación de cuatro dígitos que golpearon a Brasil
periódicamente hasta principios de los años 90. Esa altísima inflación terminó
“maquillando” el verdadero desempeño de la economía debido a la forma en que se
calcula el PIB, indica Alex Agostini, economista jefe de Austin Rating, en
Brasil. “Hoy el riesgo de
que Brasil tenga caídas consecutivas de su PIB es mayor”, afirma.
De todos modos, el banco central elevó el mes pasado la tasa de
referencia Selic a 12,25%, lo que privó aún más a empresas y
consumidores de crédito.
La Confederación Nacional de Industria señaló el lunes
que la confianza del
empresariado en el sector industrial cayó marcadamente este mes a su nivel más
bajo desde 1999, cuando se creó el índice.
El
escándalo de Petrobras también amenaza con socavar la influencia de la
presidenta Dilma Rousseff sobre el Congreso, que será clave para aprobar
el tipo de reformas de largo plazo que los economistas dicen serán necesarias
para que Brasil recupere un ritmo de crecimiento más veloz.
“El resultado es que los próximos dos años probablemente
no traerían mucho respiro a la atribulada economía de Brasil”, escribió Neil
Shearing, de Capital Economics en un informe reciente. “Y la probabilidad de un
giro una vez que acabe la actual austeridad es también mínima. La clave para revigorizar el
crecimiento en Brasil recae en elevar su lamentable desempeño de productividad.
Pero esto requerirá amplias reformas estructurales, que parecen poco
probables”.
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