OBAMA PROPONE UN IMPUESTO A LAS GRANDES FIRMAS FINANCIERAS


El presidente estadounidense, Barack Obama, propuso un nuevo impuesto a las entidades financieras con más de US$50.000 millones en activos, una propuesta que es poco probable que prospere en el Congreso pero que pone de relieve el carácter de saco de boxeo político de Wall Street.

La Casa Blanca dijo que el nuevo impuesto desincentivará el apalancamiento excesivo, o endeudamiento, al gravar los pasivos de unas cien grandes firmas financieras, incluidos bancos, gestoras de activos y operadoras, entre otras compañías. La medida recaudará US$112.000 millones en diez años para financiar otras prioridades, como desgravaciones fiscales para trabajadores de rentas medias.

Obama ha propuesto un impuesto a los grandes bancos en cada uno de sus presupuestos desde 2010, pero la propuesta de este año tiene un alcance mayor, ya que afecta a aseguradoras, bolsas, gestoras de activos, operadoras, corporaciones financieras, filiales financieras de corporaciones no financieras y filiales estadounidenses de firmas internacionales.

La retórica en torno a la propuesta también ha cambiado: en vez de calificar al gravamen de “impuesto de responsabilidad por la crisis financiera”, la Casa Blanca considera que complementa “otras políticas del gobierno diseñadas para evitar futuras crisis financieras y fortalecer a la economía”.

El nuevo presupuesto del presidente estadounidense, Barack Obama, captaría unos US$1,44 billones con nuevos impuestos durante la próxima década, principalmente aplicados a los más ricos, al tiempo que allanaría el camino a una remodelación del impuesto de sociedades con más subidas para las empresas.

El nuevo presupuesto presentado el lunes muestra que los ingresos del Estado aumentarían desde el 17,7% del PIB en el año fiscal 2015 al 19,7% para 2025.

El gobierno también desea reducir la diferencia percibida entre los ingresos al alza para los ricos y el estancamiento de los salarios de las clases medias.

La propuesta del gobierno de un impuesto del 14% a las ganancias que las multinacionales estadounidenses tienen en el extranjero generaría unos US$268.000 millones en la próxima década. Casi la totalidad de ese dinero se canalizaría hacia mejoras de las infraestructuras del país. El propuesto impuesto mínimo del 19% sobre los beneficios futuros de las empresas en el extranjero recaudaría otros US$206.000 millones que probablemente se utilizarían para rebajar los tipos impositivos de las empresas.

El gobierno también cambiaría las normas para las empresas de manera significativa, como paso previo a la revisión amplia de la legislación fiscal para las empresas. No obstante, el llamado “fondo de reserva” que el presupuesto destina a la reforma fiscal sólo capta unos US$141.000 millones en total. Esta cifra apenas basta para reducir ligeramente el tipo impositivo para las empresas, lo que demuestra que la Administración aún no ha elaborado un plan integral para la potencialmente dolorosa y controvertida revisión.

El gobierno también tiene previstas algunas medidas para limitar los incentivos a las empresas para trasladar sus sedes al extranjero con el fin de evitar pagar impuestos en Estados Unidos. Y también busca limitar las excesivas deducciones de intereses corporativos, medida que recaudaría US$64.000 millones.


Además, propone un conjunto de nuevos incentivos para las pymes.

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