Estos son algunos de los peores hábitos que pueden poner
en peligro tu capacidad para dirigir tu empresa:
1.
Aislarse no es dirigir tu negocio
Hay muchas maneras de aislarse a uno mismo como un líder
y ninguna de ellos es buena. Puedes aislarte físicamente con una oficina lejos
de tu equipo, mentalmente centrándote en el trabajo de forma independiente o
emocionalmente, volviéndote accesible a los miembros de tu equipo.
En cualquier caso, aislarse hace dos tipos de daño: en
primer lugar, influye en
el resentimiento. Si te aíslas de tus trabajadores, estos comenzarán a adoptar una
posición “nosotros contra ellos”, una mentalidad en la que aparecerán
como un extraño, en lugar de ser parte del equipo, ahogando la comunicación. En
segundo lugar, se produce
un distanciamiento de la labor que se está haciendo en realidad, lo que
puede interferir con tu capacidad para supervisar el trabajo o hacer
evaluaciones en base a la situación.
2.
Establecer una dirección firme
Ajustar la dirección es un buen hábito; que es lo que
hacen los buenos líderes. Pero
dirigir de una forma demasiado fuerte o rígida puede dañar tu credibilidad y
capacidad para dirigir. Con demasiada frecuencia, los líderes creen que
ellos son responsables por el resultado de todo lo que ocurre y, en un intento
de hacerse con el control, crean estrictos planes que han de ejecutar sus
equipos.
Si
estableces un plan sin escuchar a tu equipo, perderás la oportunidad de obtener
conocimientos clave que pueden llevarte a mejores soluciones. Esto
también puede generar resentimiento o desmotivación en tus trabajadores y
conducir a una menor productividad y a un menor número de nuevas ideas. Del
mismo modo, si se establece la dirección de un plan demasiado firme, se pierde
la oportunidad de adaptar el plan una vez que estás en el meollo de las cosas.
Recuerda que, en el cambiante mercado de hoy, la flexibilidad es vital para el
éxito.
3.
Centrarse en las tareas del día a día
Existen dos formas en las que los líderes se centran
demasiado en las tareas del día a día; la primera es la excesiva implicación
personal, y la segunda es como supervisor.
Personalmente, si vas a gastar todo su tiempo en
preocuparse por micro-tareas, nunca tendrás la oportunidad de pensar a alto nivel
sobre los problemas objetivos a los que os enfrentáis como grupo. Como
resultado de ello, nunca tendrás la oportunidad de reflexionar, cambiar o
incluso fijar la dirección de tus iniciativas. Debes aprender a delegar algunas
de sus responsabilidades si estás realmente abrumado.
Como supervisor, puede que te centres demasiado en las
actividades diarias de tus trabajadores, lo que también es problemático, ya que
puede irritar o interrumpir los flujos de trabajo naturales de los empleados. Si has encontrado a las personas
idóneas para tu equipo, debes confiar en su capacidad para hacer el trabajo.
4.
Poner excusas
En una posición de liderazgo, rara se vez tiene la
oportunidad a poner excusas para pequeños problemas, pero cuando ves los
resultados finales de una campaña o te enfrentas a un problema que se repite,
es fácil encontrar formas de racionalizar lo que ha sucedido.
Inventar
excusas no es lo mismo que encontrar una causa fundamentada; rastrear el
verdadero origen de un problema y eliminarlo es lo que debes esforzarte por
hacer. En su lugar, poner excusas es una forma perezosa de resolver problemas y
se elimina con ligereza la necesidad de investigar el asunto.
5.
Trabajo demasiado duro
Demasiados líderes soportan el peso de sus equipos por
trabajar largas horas, sin esperar pausas y quedarse hasta muy entrada la
noche. Si bien puede ayudarte a cumplir con un plazo ajustado o ponerte al día
con el trabajo en el corto plazo, a la larga destruirá tus habilidades como
líder.
La privación del sueño por sí solo puede desgastar a tu
concentración e incluso tu salud física. Saltarse las pausas te roba la
oportunidad para aliviar el estrés y te hace más irritable y menos productivo.
Tómate el tiempo necesario para reducir la velocidad.
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