En 2004 la Reserva Federal empezó una
senda de mayores tasas de interés que duró dos años. Entonces e incluso con la
crisis, las economías emergentes pudieron escampar el vendaval. ¿Qué sería diferente
esta vez y qué está en juego?
Tras la crisis financiera global de
2008-2009 quedaron lecciones importantes sobre la vulnerabilidad que supuso para las
economías avanzadas el alto nivel de endeudamiento de hogares, empresas y
gobiernos así como hubo
satisfacción por la capacidad que tuvieron las economías emergentes para
superar pronto el contagio inicial que se expandió globalmente a través de
tentáculos financieros y comerciales.
Desde
entonces están encendidos los monitores de organismos multilaterales, centros
de investigación y pensamiento y de comités compuestos por autoridades de alto nivel para detectar la
próxima crisis o advertir la gestación de nuevos riesgos que amenacen la
estabilidad financiera.
Desde
2013, cuando inició el giro de la política monetaria en Estados Unidos, ha
cobrado fuerza la inquietud respecto del estado de las economías emergentes
para soportar los cambios en las condiciones internacionales. La literatura es
amplia al señalar los
riesgos que existen cuando se presenta un choque sobre las condiciones
internacionales de financiación y esas condiciones están íntimamente ligadas a
las decisiones de política monetaria de Estados Unidos y la forma como
éstas pueden modificar la disponibilidad de la liquidez en dólares.
Lo
primero que hoy se reconoce es que las condiciones de financiación externa de
países emergentes son diferentes a las de 2007, especialmente porque los indicadores
fundamentales, económicos y financieros se han deteriorado. Aunque es
razonable cuestionar que exista una identidad que sirva a todos los países,
dado que existen grandes diferencias entre unos y otros, se puede advertir como
generalidad que el deterioro obedece a un mayor apalancamiento y endeudamiento,
menor crecimiento potencial y menor fortaleza fiscal y/o en las cuentas
externas que lo que había en 2007.
Una parte importante del mayor
endeudamiento de los países emergentes es natural y hace parte del desarrollo
de una mayor clase media.
También “gran parte del
endeudamiento externo corporativo se explica por la internacionalización de las
ventas, la producción y las cadenas de suministros de las empresas de estos
países” señala el Comité Internacional de Políticas y Reformas
Económicas de Brookings Institute.
Sin
embargo, también es claro que la vulnerabilidad externa ha aumentado. Esto se puede observar en la posición
externa neta de los países emergentes. Esto es, en los países emergentes
como un todo, las
obligaciones y pasivos superan por primera vez desde 2004 los activos y
derechos que tienen con el resto del mundo.
Aunque
dicha posición externa neta es nuevamente negativa, no alcanza a ser como en
1998 y 1999 del casi 10% del PIB. Pero inquieta que se vaya convirtiendo en
negativa en el preciso momento en que está cambiando el sesgo de política
monetaria en Estados Unidos.
Mayores tasas de interés en dólares
suponen un dólar fuerte que encarece la deuda externa y puede generar choques
sobre las condiciones financieras locales. Cuando las empresas han basado su financiación
en fuentes externas y se ven obligadas a volcarse al mercado interno, afectan la disponibilidad de
recursos locales, la tasa de interés de
los mismos y la posibilidad de que se puedan financiar otros agentes económicos
más pequeños y riesgosos.
De
los cerca de US$4 billones en bonos vigentes emitidos por el sector privado de
países emergentes, solo un 20% es doméstico y cerca de un 80% es externo.
Cuando una corporación o empresa es
golpeada por su alta dependencia de financiación externa, y las nuevas
condiciones internacionales deterioran su balance o sus resultados, generándole problemas
para cumplir sus obligaciones locales con entidades de crédito y con otras
empresas, lo que su vez
puede amenazar la solidez financiera de las otras empresas, se amplifica
el adverso escenario externo sobre el sistema financiero local.
Este
ha sido uno de los aspectos más evaluados en Colombia y cuantificados por el
Banco de la República. Según
el Emisor, las empresas colombianas con deuda externa que enfrentan un riesgo
cambiario no suponen un problema para la estabilidad del sistema y de la
economía.
En todo caso, gran parte de los
inversionistas que poseen los bonos de países emergentes son extranjeros. La calibración para
conocer su función de reacción ante un dólar fuerte, mayores tasas, menor
liquidez, frente a países con cuenta corriente deficitaria y menor crecimiento es por ahora
desconocida por ser un fenómeno relativamente novedoso.
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