Los
venezolanos más pesimistas piensan que muy pronto su país será una colonia de
China. Sumaron otro argumento en esa dirección cuando el presidente Nicolás Maduro anunció en Pekín
el ingreso de unos 20.000 millones de dólares a la debilitada economía local.
Esa cantidad, sumada a la deuda previa, que según la firma Ecoanalítica
asciende a 23.000 millones de dólares, coloca a la nación asiática como el principal acreedor
del país sudamericano.
El sorpresivo viaje del presidente Maduro a Asia logró un
objetivo: posponer un ajuste fiscal de amplias proporciones en un año
electoral. Este año se renovará el Parlamento nacional y el chavismo, que gusta
observar las formalidades de la democracia, sabe que, si no controla la
unicameral Asamblea Nacional, le será complicado gobernar como lo ha venido
haciendo en los últimos 15 años. Por allí pasan para su aprobación los miles de
créditos adicionales solicitados por los ministerios, a los que asignan un
presupuesto menguado en base a un precio subestimado de la renta petrolera. En
el principal foro político del país también se deciden los titulares de los
poderes públicos y otros asuntos de no menor importancia en un país polarizado.
La
economía, al menos por ahora, seguirá subordinada a la política, aunque está
por verse por cuánto tiempo más se puede sostener el dadivoso modelo chavista
sin hacer correcciones de gran calado. No son pocos los economistas que vaticinan que es
imposible mantener ese nivel de gasto público regalando la gasolina y sin
entregar las divisas necesarias para que el sector privado pueda operar.
El Gobierno de Caracas ha dicho que está dispuesto a trascender el modelo solo
si esto contribuye a pavimentar el camino hacia el socialismo. Mientras tanto, se aferra a la esperanza de un
incremento de los precios del petróleo, pero parece que eso no será posible en
el corto plazo. La producción de esquisto ha forzado una caída de la
cotización del crudo y los grandes productores de la Organización de Países
Exportadores de Petróleo (OPEP) han aceptado la rebaja de los precios para no
perder mercado.
En el pasado Caracas pagaba los préstamos de Pekín, que
desde 2007 han sumado poco más de 50.000 millones de dólares, con envío de
crudo, pero aún está por verse si el Gobierno del presidente Xi Jinping
aceptará esa modalidad en virtud de la limitada capacidad de producción de
Venezuela. El país produce
2.489.000 millones de barriles diarios y de ellos unos 650.000 se van hacia
China para honrar las deudas previas.
Aumentar la cantidad de crudo como contraprestación del
auxilio financiero que recibieron el miércoles luce cuesta arriba, porque
implicaría una disminución de los barriles que se pagan de inmediato, con
dinero contante y sonante, como hace Estados Unidos. Al reorientar la política exterior y utilizar el
petróleo como arma geopolítica, el chavismo fue perdiendo la posibilidad de
vender a ese país, su otro gran socio comercial junto a Colombia, e
ingresar el dinero que hoy tanta falta le hace.
De acuerdo con los últimos datos disponibles en el
Departamento de Energía, en octubre de 2014 Caracas vendió a Estados Unidos 609.000 barriles por día,
133.000 menos que lo que le facturó durante septiembre.
Aunque ha venido reduciendo sistemáticamente el crudo que entrega a Cuba y a
PetroCaribe, la alianza de países que pagan el petróleo con interés
preferencial y con productos agrícolas, parece que el problema del flujo de
caja volverá a presentarse en los últimos meses. Por ahora ha tomado
aire antes de volver a sumergirse en el agua.
Venezuela
ha escogido pagar deudas contrayendo más deuda.
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