A
punto de iniciar una condena de cinco años por reingresar a Estados Unidos sin
autorización, George Lewis miraba fijamente a los agentes que le devolvían la
mirada en un centro de detención de Miami y meditaba su respuesta a la
pregunta: ¿Volvería a arriesgarse en una nueva travesía, como hacen miles de
isleños del Caribe, una vez que lo deportaran nuevamente?
Lewis cumplió una condena de cuatro años por drogas y en
mayo de 2013 lo deportaron a las Bahamas, donde nació y donde vivió poco
tiempo. Su madre haitiana lo trajo a Miami de niño y aunque siempre consideró a
Estados Unidos su patria, nunca gestionó la residencia.
Apenas
cinco meses después de la deportación, se subió al bote de un contrabandista
bahameño junto con una decena de personas que querían entrar furtivamente a
Florida. El bote naufragó, cuatro haitianas murieron ahogadas. Al resto
los rescataron.
Y
bien, ¿haría un nuevo intento?
"Sí..."
suspiró Lewis, de 39 años. "Pero la próxima vez usaría un chaleco
salvavidas".
Una ola reciente de cubanos que tratan de llegar a
Estados Unidos por mar ocupa las primeras planas, pero mucho mayor es la ola de haitianos y otros caribeños
que se lanzan a travesías similares. Adicionalmente, si bien la ley
federal otorga la residencia a cualquier cubano que toque tierra
estadounidense, a cualquier otro lo puede arrestar y deportar.
Esa
ley, llamada de pies mojados-pies secos, así como las operaciones de la Guardia
Costera relacionadas con la migración continúan vigentes incluso desde que los
gobiernos de Cuba y Estados Unidos anunciaron la reanudación de
relaciones diplomáticas después de más de medio siglo.
La
Guardia Costera desalienta enérgicamente los intentos de entrar ilegalmente al
país por mar. Estos
viajes son extremadamente peligrosos. Los individuos sorprendidos en el mar
pueden ser regresados a Cuba.
Según los guardacostas el año
pasado interceptaron o ahuyentaron a 5.585 haitianos, 3.940 cubanos y
centenares de migrantes de República Dominicana y otros países caribeños que
intentaron entrar furtivamente al país.
Fueron al menos 3.000 más que el año fiscal anterior. Es el número mayor de migrantes haitianos en cinco años y el número
mayor de cubanos en seis. No se sabe cuántos llegaron a la costa sin ser
descubiertos ni cuántos murieron en el intento.
Más de 1.920 migrantes, en su mayoría cubanos o
haitianos, han sido interceptados en lo que va del año fiscal. La Guardia
Costera teme que la cifra aumente a medida que se difunde la noticia sobre los cambios recientes en el
sistema inmigratorio estadounidenses, que incluyen visas de trámite acelerado
para haitianos que ya han obtenido la autorización para reunirse con sus
familias y una orden ejecutiva del presidente Barack Obama por la cual millones
en situación irregular podrían obtener permisos de trabajo y no ser deportados.
"Cualquier cambio percibido
en la política inmigratoria estadounidense puede provocar un auge en la
inmigración porque da un destello de esperanza" incluso a quienes
no cumplen los requisitos.
El motivo del aumento brusco no está claro. La pobreza y la represión
política existen en el Caribe desde hace mucho tiempo y las perspectivas siguen
siendo sombrías para muchos.
Funcionarios guardacostas y de inmigración creen que un
verano boreal sereno, con escasas tormentas tropicales, así como la
recuperación de la economía estadounidenses habrían impulsado a muchos a
hacerse a la mar. Por otra
parte, el mayor número de capturas podría deberse a la mayor eficiencia de las
fuerzas de la ley.
Los contrabandistas de la región van desde individuos que
tratan de ganar dinero extra con sus embarcaciones hasta redes complejas que
pueden sumar drogas a su carga humana. Los contrabandistas también atraen gente
sobre todo a las nuevas rutas en las que haitianos entran a la vecina República
Dominicana para embarcarse hacia Puerto Rico.
Lewis
dijo que le fue fácil subirse al bote de un contrabandista con una decena de
haitianos y jamaiquinos que esperaban llegar a Florida durante la noche.
Simplemente, se puso a conversar con los parroquianos en un bar en Bimini, un
conjunto de islotes bahameños a 92 kilómetros (57 millas) de Miami.
"Era como conseguir el teléfono de una chica. Basta
encontrar la palabra justa", dijo Lewis en una entrevista en noviembre. El
viaje frustrado le costó 4.000 dólares.
Ahora
se encuentra en Estados Unidos donde enfrenta un nuevo regreso forzado a las
Bahamas, una patria que no considera suya y donde el gobierno considera
a los migrantes haitianos ilegales y a sus hijos una carga indeseada.
"No vale la pena perder la
vida en esto, pero ¿qué vida se tiene cuando el país entero está en contra de
uno?", se preguntó. "No tengo nada que ver con el país de donde se supone
que soy".
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