Gates gestiona un imperio de 80.900 millones de dólares.
Su fundación, Bill & Melinda Gates, ha donado más de 30.000 millones de
dólares desde el 2000.
Estos son algunos apartes sobre el pensamiento de Bill Gates
sobre el Capital
–
Los altos niveles de desigualdad son un problema –echando a perder los
incentivos económicos, inclinando las democracias en favor de poderosos
intereses y socavando el ideal de que todas las personas son creadas iguales.
– El
capitalismo no se autocorrige hacia una mayor igualdad –esto es, el
exceso de concentración de la riqueza puede tener un efecto de bola de nieve, si no se controla.
–
Los gobiernos pueden jugar un papel constructivo compensando las tendencias
de bola de nieve siempre y cuando decidan hacerlo.
Para ser claros, cuando digo que los altos niveles de desigualdad son un problema,
no quiero dar a entender que el mundo está cada vez peor. De hecho,
gracias al aumento de la clase media en países como China, México, Colombia,
Brasil y Tailandia, el mundo en su conjunto se está haciendo más igualitario, y
esa tendencia mundial positiva es probable que continúe.
Pero
la desigualdad extrema no debe ser ignorada –o, peor aún, celebrada como
una señal de que tenemos una economía de alto rendimiento y una sociedad
próspera–. Sí, cierto nivel de desigualdad está integrado en el capitalismo. Es
inherente al sistema. La pregunta es ¿qué nivel de desigualdad es aceptable? Y
¿cuándo empieza la desigualdad a hacer más daño que bien? Eso es algo sobre lo
que deberíamos tener un debate público.
Cuando
los rendimientos del capital superan los del trabajo, con el tiempo la brecha
de riqueza se amplía entre la gente que tiene mucho capital y la que confía en
su trabajo.
Imagine tres tipos de gente rica. Un hombre está poniendo
su capital en la construcción de su negocio. Después, hay una mujer que está
dando la mayor parte de su fortuna a la caridad. Una tercera persona está
consumiendo, gastando mucho dinero en cosas como un yate y un avión. Si bien es
cierto que la riqueza de
las tres personas contribuye a la desigualdad, yo diría que los dos primeros
están dando más valor a la sociedad que el tercero.
No queremos vivir en una sociedad aristocrática en la que las familias ricas se hagan
más ricas simplemente por sentarse en sus laureles, “ingreso rentista”
–es decir, los rendimientos que las personas ganan cuando dejan a otros usar su
dinero, tierras u otras propiedades–. Pero no creo que EE. UU. esté cerca de
eso.
Eche un vistazo a la lista Forbes 400 de los
estadounidenses más ricos. Cerca
de la mitad de la gente de la lista son emprendedores cuyas empresas lo
hicieron muy bien (gracias al trabajo duro y mucha suerte). No veo a
nadie en la lista cuyos antepasados compraron una gran extensión de tierra en
1780 y que han estado acumulando riqueza familiar con rentas desde entonces. En EE. UU., ese viejo dinero se
fue tiempo atrás –a través de la inestabilidad, la inflación, los impuestos, la
filantropía y el gasto.
En la primera parte del siglo XX, Henry Ford y un pequeño número de emprendedores lo
hicieron muy bien en la industria del automóvil. Eran dueños de una gran
cantidad de las acciones de compañías automotrices que lograron ventajas con
economías de escala y rentabilidad masiva. Esos empresarios exitosos fueron
atípicos. Mucha más gente –incluyendo muchos rentistas que invirtieron su
patrimonio familiar– vio
quebrar sus inversiones en el período de 1910 a 1940, cuando la
industria automotriz estadounidense se redujo de 224 fabricantes a 21. Así que en lugar de una
transferencia de riqueza hacia los rentistas y otros inversionistas pasivos, a
menudo se tiene lo opuesto. He visto el mismo fenómeno en funcionamiento
en tecnología y otros campos.
Hay fuerzas que pueden conducir a una bola de nieve en la
riqueza (incluyendo el hecho de que los hijos de los ricos consiguen a menudo
acceso a las redes que pueden ayudarles con pasantías, trabajos, etc.). Sin embargo, también hay fuerzas
que contribuyen al declive de la riqueza, y el capital no les da suficiente
peso.
Los datos de consumo representan los bienes y servicios
que la gente compra –incluyendo alimentación, vestido, vivienda, educación y
salud–, y pueden añadir mucha profundidad a nuestra comprensión de cómo viven
las personas. Sobre todo, en las sociedades ricas, el cristal de los ingresos
realmente no deja ver lo que necesita ser reparado.
Hay muchas razones por las cuales los datos de ingresos,
en particular, pueden ser engañosos. Por ejemplo, una estudiante de medicina
sin ingresos y con un montón de préstamos estudiantiles podría aparecer en las
estadísticas oficiales como si estuviera en una situación desesperada, pero
bien puede tener un nivel muy alto de ingresos en el futuro. O un ejemplo más
extremo: algunas personas muy ricas que no están trabajando activamente
aparecen bajo el umbral de la pobreza en los años en que no venden ninguna
acción o no reciben otras formas de ingreso.
No es que debamos ignorar los datos de riqueza e
ingresos. Pero los datos
de consumo pueden ser aún más importantes para comprender el bienestar humano.
Me gustaría ver estudios que analicen a la vez datos de riqueza, ingresos y
consumo.
Soluciones alternativas
La
solución es un impuesto anual progresivo sobre el capital, en lugar de sobre
los ingresos. Él argumenta que este tipo de impuesto “hará posible
evitar una espiral de desigualdad sin fin mientras preserva la competencia y
los incentivos para los nuevos casos de acumulación primitiva.
Estoy
de acuerdo en que la fiscalidad debería alejarse de gravar el trabajo. No tiene
ningún sentido que el trabajo en Estados Unidos sea tan fuertemente gravado en
relación con el capital. Tendrá aún menos sentido en los próximos años,
ya que los robots y otras formas de automatización vendrán a desempeñar más y
más de las habilidades que los trabajadores humanos tienen hoy.
Pero más que mudarse a un impuesto progresivo sobre el
capital, creo que
estaríamos mejor con un impuesto progresivo sobre el consumo. Piense en
las tres personas ricas que he descrito antes: una invirtiendo en empresas, una
en filantropía y otra en un generoso estilo de vida. No hay nada malo con el
último, pero creo que él
debería pagar más impuestos que los otros. Es difícil medir el consumo
(por ejemplo, ¿deben contar las donaciones políticas?). Pero entonces, casi
todos los sistemas impositivos –incluyendo el impuesto a la riqueza– tienen
retos similares.
Soy
un gran creyente en el impuesto de sucesiones. Dejar a los herederos
consumir o repartir el capital de forma desproporcionada, simplemente basado en la lotería
del nacimiento, no es una forma inteligente o justa para asignar
recursos. Como a Warren Buffett le gusta decir, es como “elegir al equipo
olímpico del 2020 con los hijos mayores de los ganadores de medallas de oro en
las olimpiadas del 2000”. Creo
que debemos mantener el impuesto de sucesiones e invertir las ganancias en
educación e investigación –la mejor forma de fortalecer nuestro país
para el futuro.
La
filantropía también puede ser una parte importante del conjunto de soluciones.
Hace 125 años, Andrew Carnegie era una voz solitaria animando a sus compañeros
ricos a devolver una parte sustancial de su riqueza. Hoy, un número creciente
de personas muy ricas se están comprometiendo a hacer precisamente eso. La filantropía bien hecha no
solo produce beneficios directos para la sociedad, sino que también reduce la
riqueza dinástica. Melinda y yo somos fuertes creyentes de que esa riqueza es mala tanto para
la sociedad como para los descendientes involucrados. Queremos que nuestros hijos
encuentren su propio camino en el mundo. Tendrán todo tipo de ventajas,
pero crear sus vidas y carreras dependerá de ellos.
El
debate sobre la riqueza y la desigualdad ha generado un gran acaloramiento
partidista. Yo no tengo una solución mágica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios aqui: