Ocupa las planas de la prensa internacional, sirve de material de
prensa para los analistas de todos los colores, preocupa a algunos
especialistas y analistas, pero para el común de los ciudadanos, la “nueva
guerra fría” entre Rusia y Estados Unidos, aparece como invención profética de
quienes quieren ver conflictos y derrumbes allí donde sólo hay batallas
callejeras.
Pero es mucho más que batallas en las
calles de algunas localidades de Ucrania.
Asistimos en el presente a un escenario de confrontación entre Rusia y
EEUU tanto o más grave que la legendaria “crisis de los
misiles” de 1962, uno de los momentos álgidos de la relación entre EEUU y la
Unión Soviética que acercó al mundo a pocos días del riesgo de una guerra
nuclear entre ambas potencias.
La guerra civil en Ucrania, centrada especialmente en las regiones
orientales fronterizas con Rusia, puede convertirse en un punto de
desencadenamiento de una confrontación militar abierta y
directa entre fuerzas de la OTAN (que se acercan a la frontera rusa) y fuerzas
militares rusas.
Se ha instalado un muro geopolítico entre
Rusia y Occidente.
Las recientes demostraciones de fuerza de Rusia, han mostrado el alto
grado de adhesión y popularidad que ha ganado Vladimir Putin en su país, un
dirigente carismático de orientación ideológica neoliberal o derechista que
asumió como propio la retórica nacionalista: notable observar que en las
recientes paradas militares en Moscú y en San Petersburgo (para celebrar la
victoria en la II Guerra Mundial), los regimientos desfilaron exhibiendo sus
antiguas banderas soviéticas con la hoz y el martillo y sus altos oficiales en
retiro con el pecho tachonado de medallas.
Para el uso político y mediático
de Putin, el discurso nacionalista que recuerda las espectaculares batallas de
la segunda guerra mundial (Kursk, Stalingrado, Leningrado), sirve perfectamente a su
objetivo estratégico de cohesionar a toda la nación rusa frente a los riesgos
de la agresión extranjera occidental.
El fantasma nazi de los años cuarenta del siglo XX, se transforma hoy
en el amenazante fantasma occidental y estadounidense en el siglo XXI.
De otro lado del muro geopolítico entre
Rusia y Occidente, la administración Obama deja sueltos a sus propios halcones de la guerra,
para aplicar una política de sanciones económicas, presionar con tropas de la
OTAN en las cercanías de Rusia, apoyar política y militarmente al gobierno de
Ucrania y generar un cuadro beligerante que justifique la instalación de
fuerzas estratégicas en la frontera rusa.
La historia militar le sirve a EEUU y al decaido gobierno de Obama,
ahora solitario ante un Congreso con mayoría republicana.
El cuadro político interno de EEUU puede
favorecer aún más las opciones militares por parte de Obama: con mayoría en el
Senado y en la Cámara de Representantes, los republicanos siempre han optado
favorablemente por aplicar sanciones económicas y hasta militares contra Rusia.
¿Cuál es el nudo geopolítico del
conflicto? El punto focal del diferendo reside en la guerra civil que se
desarrolla en las provincias del este de Ucrania, desde noviembre de 2013. Una de las derivaciones del conflicto
interno ucraniano y ruso-ucaniano fue la crisis de Crimea en 2014.
En la medida en que se deteriora la
relación diplomática y política entre Rusia y Occidente, el quiebre entre ambas
potencias produce efectos secundarios sobre otros conflictos y naciones con las cuales Rusia mantiene
relaciones privilegiadas como es el caso de Irán, Siria y Afganistán. Un efecto negativo del conflicto ruso-ucraniano es la continuidad del
contrato de suministro de gas natural desde Rusia a Europa.
El equilibrio del poder mundial se está desplazando lentamente hacia un
eje euroasiático con China y Rusia como potencias ejes.
Las relaciones económicas, políticas y militares entre China y Rusia se
fortalecen: el interés de Rusia es asociar a China a
inversiones energéticas e industriales en Siberia. En su reciente viaje al Extremo Oriente –en
el que participó en la cumbre del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico
(APEC), la Cumbre de Asia Oriental en la capital de Birmania, así como en la
Cumbre del G20 en Australia– al Presidente Obama solo le quedaban dos cartas
con las que jugar: tratar de reactivar el Acuerdo Estratégico Trans-Pacífico de
Asociación Económica (TPP) y los acuerdos del mar de China Meridional. Pero
ambas medidas parecen diseñadas para intentar frenar la influencia de China en
Asia y en la cuenca del Pacífico.
No obstante estas tentativas estadounidenses, el presidente chino Xi
Jinping ha dominado la reunión del APEC con la propuesta
de estudiar el acuerdo de libre comercio en el Asia Pacífico, pero en un marco
donde China se atiene a su propia estrategia, cuyo objetivo es conseguir que el
yuan se convierta en la moneda de reserva internacional a costa del dólar.
Esta serie de acuerdos entre China y Rusia tiene un trasfondo
geopolítico: ninguno de los dos países está dispuesto a permitir que EE.UU. les dicte su voluntad; es más, han iniciado su rumbo hacia un nuevo
mundo multipolar. No se trata solamente
de un entendimiento territorial por razón de que Rusia y China son vecinos y
están destinados a mantener una relación estrecha y mutuamente beneficiosa,
sino porque además la situación
internacional de inestabilidad e incertidumbre estratégica generada por la
prolongada crisis de EEUU y del dominio occidental, obliga a Rusia y a China a
librar una lucha geopolítica, económica e ideológica para establecer un nuevo
orden mundial.
Cuando se observa desde una perspectiva global y geopolítica lo que
representa el mapa mundial de los conflictos y guerras actualmente en curso (en
Asia, en Africa, en Oriente Medio), no puede no llamarnos la atención un hecho
contundente: los Estados Unidos aparecen involucrados en la mayor parte de los
conflictos y guerras, ya sea directamente con sus tropas y fuerzas militares en
terreno, o indirectamente a través de Estados lacayos que
le sirven de ¨mano sucia¨ en el juego geopolítico de cada región en particular.
No sería aventurado afirmar que en este segundo decenio del siglo XXI
Estados Unidos es la potencia más belicista y guerrera del planeta, no solo porque es el único país que cuenta con el arsenal militar más
grande del mundo, el más costoso presupuesto militar, sino además, porque pone
en juego una política militar y estratégica a escala global donde ningún
escenario de conflicto queda excluido y donde la intervención militar directa
(o indirecta a través de la OTAN o de sus Estados lacayos más obedientes (Inglaterra, Canadá, Israel…)
forma parte de las opciones e hipótesis de conflicto vigentes y latentes.
Actualmente, Estados Unidos se encuentran involucrados directa e
indirectamente en 74
conflictos en todo el mundo. El
despliegue de bases e instalaciones militares en el mundo por parte de EEUU es
único y no lo tiene ninguna otra potencia. los estadounidenses cuentan con una
importante presencia militar en Bahréin, Yibuti, Turquía, Qatar, Arabia
Saudita, Kuwait, Irak, Afganistán, Kosovo y Kirguistán.
Asimismo, tienen bases militares
establecidas desde hace años en Alemania, Japón, Corea del Sur, Italia y el
Reino Unido.
Según el informe, algunas de estas
instalaciones son realmente vastas. Es el caso, por ejemplo, de la base aérea
de Al Udeid, en Qatar, que sirve de puesto avanzado para el Comando Central de
EE.UU. (Centcom) y que recientemente fue ampliada para albergar a 10.000
soldados y 120 aviones.
Mientras el Centcom opera en 20 países en
toda la región de Oriente Medio y participa activamente en el refuerzo militar,
programas de lucha antiterrorista, apoyo logístico y financiación de los
militares en varias naciones, el Comando de EE.UU. para África supervisa las
relaciones militares con 54 naciones del continente.
La presencia de las fuerzas de operaciones especiales ha aumentado en
60 países durante el mandato del presidente Barack Obama.
Estas, señala el portal, en algunos casos llevan a cabo misiones encubiertas
que a veces tienen como finalidad luchar contra el tráfico de drogas.
Según el periodista Jeremy Scahill, autor
del libro ‘Dirty Wars’ (‘guerras sucias’) sobre la guerra global encubierta del Gobierno de Obama,
estas operaciones militares podrían aumentar el número de áreas en el mundo
donde existen zonas de conflicto.
Desde 1976, cuando fue derrotado en Vietnam, EEUU se ha dedicado a
provocar, organizar, e intervenir en guerras e invasiones militares, pero no
han ganado ninguna guerra.
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